12/3/08

ALGUNAS META LECTURAS SOBRE LA POLITICA SOCIAL ESTATAL.


Para comenzar voy hacer referencia a un evento sucedido hace no mucho tiempo, más precisamente en mayo del año 2007, durante una conferencia realizada en el palacio de la Moneda, donde asistió la presidenta de la Republica Michelle Bachelet, en ella Rebeca Grynspan, directora para América Latina y el Caribe del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), se cuestionaba por qué en Latinoamérica la liberalización comercial y el desarrollo exportador no han tenido como consecuencia el crecimiento acelerado y el aumento del bienestar que sí produjo en otros.

Entre los factores necesarios para que esto sucediese planteo que ello requiere “la construcción de un Estado más estratégico, eficiente y transparente y con altos grados de legitimidad social y política”[1], coincidiendo con el planteamiento de Woolcock, en el sentido de que “el Estado requiere de coherencia interna, probidad y competencia para poder aplicar con eficacia una política de sinergia con el capital social comunitario”[2].

Luego de esto puntualiza como un componente ineludible de esta estrategia el encargarse de “suavizar los ciclos económicos (la política social es esencial para ello, para proteger a las familias y los individuos de los shocks y reducir la vulnerabilidad)”

En esta afirmación se hace evidente la concepción de la política social como un mecanismo que compensa las consecuencias de las crisis periódicas de la economía de mercado, a la vez que mantiene la homeostasis del sistema.

Para ver otra de sus utilizaciones, apelare a un poco a la historia , empleando como ejemplo lo ocurrido en Inglaterra durante los años de la primera revolución industrial, nación que ante la necesidad de incorporar mano de obra, y de este modo sostener el desarrollo económico, dicto la denominada nueva ley de pobres, que suspendió “la ayuda exterior a los necesitados y su sustitución por un sistema de casas de trabajo (workhouses) donde se ofrecía ayuda a cambio de la realización de algún trabajo”[3]

Una idea algo parecida, aunque no teñida de la lógica del control social, ni de restar beneficios, si no que enfocada a desarrollar la economía, se vislumbra en el discurso de Rebeca Grynspan, cuando plantea la necesidad de “aumentar la productividad sistémica: contando con mano de obra más calificada y que permita una fuerza de trabajo que tenga capacidades de aprendizaje permanente y que tenga acceso a la capacitación continua”.

En base a lo anterior, se visualiza que las políticas sociales han sido utilizadas como un instrumento de control social, por parte del Estado primordialmente, e incluso que han llegado a establecer una relación paternalista con las clases urbano populares, ocupando el lugar dejado por “la figura del padre patrón”[4], en su imaginario colectivo, No obstante también juegan significativo rol al intentar incluir dentro de la lógica sistémica, a los sectores más necesitados, que sufren la marginación y/o exclusión social.

Por otra parte, las políticas sociales, cumplen una función primordial a la hora de redistribuir la riqueza generada en el país, por ejemplo la política de vivienda permite el acceso al mercado inmobiliario a sectores que por su propios medios no podrían, equiparando y mejorando de este modo las condiciones de vida, también propician el desarrollo de una ciudadanía más activa, utilizando el mecanismo de postulación colectiva como una forma de contribuir a la creación de capital social.

En este sentido van bastante más allá del clásico rol asistencial, centrado sólo en los efectos tangibles y materiales, buscando transformar el modo de relación que existe entre los ciudadanos y el estado, entre los propios ciudadanos, intentando fomentar la solidaridad y la cooperación, así como en el plano cultural la generación de un sentido de pertenencia o identidad, como por ejemplo los programas de pavimentos participativos o protección al patrimonio familiar.

El problema de los paradigmas en la Intervención Social

Para intentar hacer una reflexión sobre el tema de los paradigmas, voy a tomar dos programas, que aunque no son absolutamente opuestos en este sentido, si presentan importantes diferencias.

En primer lugar voy ha referirme al Programa Puente, el que sin lugar a dudas marca un hito por lo ambicioso que parecía el pretender sacar 225.000 familias de la extrema pobreza.

Precisamente, es aquí donde el programa tuvo su mayor fortaleza, ya que si logro incorporar a un número importante de familias a una red de prestaciones sociales, en un esfuerzo de coordinación de redes y subsidios “únicamente” estatales, lamentablemente, dejando fuera a las organizaciones de la sociedad civil. A pesar de lo ultimo “puede ser visto como un intento de trascender el mero reconocimiento formal de estos derechos para la población en situación de extrema pobreza”[5]

Pero, lo que me parece menos rescatable esta en la dimensión paradigmática, la que según mi criterio, no es la más democrática, o por lo menos en cuanto a estilo, sin duda hay razones para esto, por ejemplo puede haber influido su característica de ser un programa nacional, por lo tanto masivo, centrado en lo tangible, muy pragmático, que se aplico sin matices metodológicos en todo el territorio nacional.

Ya desde la utilización del tablero, como metodología estándar que pretende ser un elemento que reproduce lugares comunes de la vida cotidiana de las personas, es que el programa no hace mucho por ir en busca del encuentro en la diferencia, aplicando una misma visión de la comunidad a contextos absolutamente diferentes, ya que no es parecida una comunidad Aymará en el norte, una toma de terreno en Valparaíso y una caleta de pescadores en la región de Aysén.
Uno de los rasgos más llamativos, es que el programa surge agrupando los problemas solo en individual - familiar, no asume ni siquiera en el plano discursivo el tema de la distribución de ingresos como desafió de fondo, en esto aparece como una ingenuidad preocupante, lejos del ejemplo dado por metodologías como la educación popular de Paulo Freire que lucidamente plantea que “una conciencia crítica es característica de las sociedades que poseen una verdadera estructura democrática”[6].

El programa, en su dimensión técnica es bastante tradicional, se instala evaluando carencias más que visualizar las capacidades, de este modo la asimetría en la relación es evidente, se establece “una pedagogía no dialógica con marcados tintes conductistas”[7], donde la familia es castigada o premiada en consideración si ha cumplido un número determinado de compromisos, su énfasis esta mas que nada en que se asuma una determinada forma de relacionarse con los servicios públicos, la escuela, el consultorio, el municipio, etc.

Por otro lado han existido experiencias de intervenciones que se han establecido desde supuestos totalmente distintos, que asumen un paradigma democrático, donde por estilo la intervención es espacio de encuentro que reconoce y acepta la identidad del otro, y como técnica – practica se crea un espacio social de dialogo donde se establecen relaciones simétricas, en el supuesto que “el poder impide conversar, clausura la conversación y la simula con el test: el poder siempre pregunta y el otro polo tiene que responder”[8].

Por ejemplo las cuestionadas JOCAS, se basaban en un aprendizaje que deconstruia las formas acostumbradas de educarse, y paralelamente promovían la desplome de los tabúes en la medida que los grupos daban cuenta por su propio intercambio de ideas, el porqué no se podía conversar de sexualidad.

En comparación a modelos centrados únicamente en la transmisión de conocimientos y reglas de conducta, una perspectiva que se basa en el dialogo como lenguaje y vínculo tiene la ventaja de propiciar la auto-reflexión.

Este tipo de experiencias, en que las personas pueden incorporarse como los protagonistas, y no etiquetadas bajo la categoría de beneficiarios, casos, pacientes (siempre destinatarios pasivos), vigoriza elementos y dimensiones primordiales para el empoderamiento de las personas, grupos y comunidades, y el ejercicio de la ciudadanía activa en estas y otras dimensiones.
Por último y en lo relativo al ejercicio profesional, creo que este tipo de intervenciones, resisten mejor los cuestionamientos desde lo ético, aunque no sean absolutamente consistentes en cuanto a estilo y técnicas, nos permiten alejarnos o por lo menos cuestionarnos respecto de la violencia simbólica que podemos ejercer en nuestras intervenciones.

[1] GRYNSPAN, Rebeca, “Discurso con motivos del 50 Aniversario de FLACSO”, Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), Santiago de Chile, (2007).
[2] WOOLCOCK, Michael (1998), “Social Capital and Economic Development: Toward a Theoretical Synthesis and Policy Framework”, Theory and Society 27, Citado por: DURSTON, John, ¿Qué es el capital social comunitario? CEPAL-ECLAC, Santiago de Chile, (2000).
[3] GERTRUDE, Himmelfarb “La idea de la Pobreza. Inglaterra a principios de la era industrial”, Fondo de Cultura Económica, México, (1988).
[4] BOISIER, Sergio, “Desarrollo territorial y descentralización. El desarrollo en el lugar y en las manos de la gente”, Revista EURE (Vol. XXX, Nº 90), Santiago de Chile, ( 2004).
[5] RUZ, Miguel - PALMA, Julieta. “Análisis del proceso de elaboración e implementación del sistema chile solidario” (informe preliminar), Instituto de Asuntos Públicos, Universidad de Chile, Santiago de Chile, (2005).
[6] HEINZ-PETER, Gerhardt, “Paulo Freire”, Revista Perspectivas Nº23, UNESCO: Oficina Internacional de Educación, Paris - Francia (1993)
[7] DE LA JARA, Ana - VALVERDE, Francis – LE BLANC, Cecilia – BONEFOY, Monica – GUARDA, Francisca “Notas para el debate sobre el sistema chile solidario”, Asociación Chilena de Organismos No Gubernamentales – ACCION, Santiago - Chile (2002)
[8] ESPINA PRIETO, Mayra Paula, “Jesús Ibáñez: Hacia una red de resistencia profunda”, Utopìa y Praxis Latinoamericana Nº 12, Universidad del Zulia, Maracaibo, Venezuela (2007)