6/9/08

Reflexiones sobre las implicancias de los planteamientos de Bateson y Maturana para el quehacer del Trabajo Social.

En términos generales, me parece que, cualquier actividad profesional, no debe perder de vista los debates acerca de nuevas perspectivas para abordar las realidades individuales y sociales, que son generadas desde las ciencias naturales y/o sociales.

Para un profesional del trabajo social, resulta muy interesante apreciar como desde disciplinas aparentemente distantes, en este desde caso la Biología Ontológica de Maturana y la Epistemología Cibernética de Bateson, podrían ayudar a proveer finalmente de un fundamento para las ciencias sociales.

Según Paul F. Dell, “tanto Maturana, como Bateson, concuerdan en la imposibilidad de información objetiva”[1], esto implica la posibilidad de considerar una visión distinta al pensamiento científico, cuya función tradicionalmente ha sido discriminar, medir, comparar, cuantificar, analizar y observar de tal manera que el profesional observa la realidad y lo que sucede en ella independiente de él, el observador mira el mundo desde afuera y no da cuenta de que está en él, intenta describir el objeto independiente de él, sus estructuras, sus propiedades, y modos de comportamiento etc.

Esta visión resulta discutible desde la perspectiva de la Cibernética de Segundo Orden, que desarrolla una teoría del observador que reconoce los sistemas como Autopoiéticos, es decir que se producen a sí mismos y a su entorno en su relación con los otros haciéndoles, desde esta perspectiva responsables de sí mismos y su entorno; en este sentido, éste es parte del proceso cuando suceden los acontecimientos.

En este contexto observar es lo que “hacemos cuando distinguimos en el lenguaje los diferentes tipos de entidades que producimos como objetos de nuestras descripciones, explicaciones y reflexiones, en el curso de nuestra participación en las diferentes conversaciones en las que nos vemos envueltos en la vida cotidiana, sin tener en cuenta el ámbito operacional en el que éstas tienen lugar[2]

Si consideramos este marco conceptual, no seria factible, que un profesional, por ejemplo, de trabajo social se plantee desde una perspectiva independiente de sus propias percepciones y vivencias, que aparezca considerando que la “objetividad” está dada por el manejo de la “información” sobre el objeto, donde el saber lo da el conocimiento.

Desde esta lógica, correspondería al trabajador social concebir su rol como el de un dinamizador de procesos individuales, grupales o comunitarios formando parte del sistema relacional y del contexto mismo, en el entendido que todo hace parte de un sistema que se constituye de diversos elementos, todos los cuáles se intervienen entre sí y componen un sistema complejo que da lugar a la forma de vida de un sistema o subsistema específico.

Dado que todas las realidades que ponemos de manifiesto son legitimas, los humanos, como seres que vivimos en el lenguaje, no en un universo, sino en un multi-verso, haciendo alusión a la idea de múltiples versiones, donde la verdad no es ni objetiva, ni unitaria, por el contrario, es múltiple.

Según Maturana el lenguaje no esta localizado en el cerebro, más bien este se origina y existe como una elaboración concreta de nuestro acoplamiento estructural con nuestro medio, en otro de sus escritos señala que “lo que vivimos lo traemos a la mano y configuramos en el conversar, y es en el conversar donde somos humanos[3]”, es así como la cultura y la historia se reproducen en nuestro presente. Nuestra única forma de existir en el mundo es estando inmersos en los diálogos/conversaciones que lo instauran como una práctica social habitual o cotidiana.

Es así como desde esta perspectiva, el lenguaje surge como elemento constitutivo de la realidad y como una manifestación histórica, el lenguaje está a la base de los procesos humanos por tanto: “la cultura es una red cerrada de conversaciones que constituye y define una manera de convivir humano como una red de coordinaciones de emociones y a acciones que se realiza como una configuración particular de entrelazamiento del actuar y el emocionar de la gente que vive esa cultura. Como tal una cultura es constitutivamente un sistema conservador cerrado, que genera a sus miembros en la medida en que éstos la realizan a través de su participación en las conversaciones que la constituyen y definen[4]”.

Así, es posible apreciar que, en las teorías comunicacionales el lenguaje asume un carácter medular; pero no concebido como un instrumento descriptivo, sino como práctica articuladora del porvenir con dos dimensiones: la noción de lenguaje como ente productor de realidad, y la concepción de este como la manera en que la historia se hace manifiesta.

Si se consideran los planteamientos antes expuestos y se transportan a una configuración metodológica, los procesos de transformación y cambio cultural se deberían entender como procesos de interacción en el lenguajear y el emocionar, esto es en el conversar, los que se harían concretos en la formación de un sistema relacional (trabajador social – individuos/grupos/comunidades) que persigue incidir en las transformaciones y cambios de la cultura cotidiana en un intercambio particular y diferente en cada contexto.

De esta manera, me parece viable entonces pensar en una practica profesional que establece sistemas relacionales comprometidos con la idea de que el ser humano y la cultura se definen en la interacción con los otros y que es allí donde se modifican significados y se encuentra sentido al pensar y al hacer, y donde se inicia la edificación de lo heterogéneo.

Desde esta perspectiva, los cambios, las transformaciones y las innovaciones culturales se generan en las nuevas configuraciones entre el actuar y el emocionar de los integrantes de una cultura, sobre la base de la concertación y negociación en el diálogo.

Para finalizar, creo que si tenemos entre nuestros referentes este tipo de epistemología, tendremos la capacidad de al menos cuestionarnos sobre los potenciales riesgos de suponer que como profesionales, podemos tener un juicio “objetivo” de la realidad, en la habitual pretensión de lograr establecer una etiqueta conceptual que se acomoda a todo bajo la denominación de diagnóstico, evaluación o verdad científicamente acreditada.

[1] Traducción del artículo original “Understanding Bateson and Maturana: Toward a Biological Foundation for the Social Sciences”. Publicado en Journal of Marital and Family Therapy, 1985, Vol. 11, N° 1, 1-20.
[2] Maturana Humberto, “La ciencia y la vida cotidiana: la ontología de las explicaciones científicas, en El ojo observador”, editorial Gedisa, pg. 158. España 1994.
[3] Maturana, Humberto “El Sentido de lo Humano”. Ediciones Dolmen, pg 23, Santiago de Chile. (1991).
[4] Maturana Humberto y Gerda Verden Zoller. “Amor y juego. Fundamentos Olvidados de lo Humano - Desde el Patriarcado a la Democracia”. Colección Experiencia Humana. pg.22. Santiago de Chile (1993)