29/5/09

REFLEXIONES ACERCA DEL DESARROLLO DE LA PSICOLOGIA COMUNITARIA.


1.- Génesis y evolución.

EEl destacado academico Jaime Alfaro, plantea la existencia de una concepción de psicología comunitaria que la entiende como producto de un proceso evolutivo característico de la ciencia y el conocimiento, de modo que en forma gradual se habrian generado condiciones para que emergieran nuevas maneras de entendimiento.
La psicología comunitaria, pondría su énfasis en cuestionar maneras tradicionales de intervenir como el hospital psiquiátrico y la psicoterapia, de modo que abre el diálogo con otros campos teórico conceptuales, las que se expresan en la década de los 60, en innovadoras experiencias de intervención en salud mental, tanto en Europa como en los Estados Unidos (Alfaro:199x)[1].

Uno de los hitos más importantes para el surgimiento de la psicología comunitaria en los Estados Unidos es la Conference on the Education of Psychologists for Comunity Mental Health, que se realizó en mayo de 1965. (Montero: 2004)[2]

En este Congreso, se planteó la necesidad de generar una nueva formación para los psicólogos de modo que pudiesen presenciar un nuevo rol en la comunidad.
Desde otra perspectiva, se plantea que la psicología comunitaria tendría más relación con dinámicas históricas, en este sentido, se señala que en la década de los 70 se produjeron importantes movimientos sociales, a la vez que alcanzaban mayor difusión ideas políticas y económicas que hicieron posible concebir una psicología enfocada hacia los grupos y sus necesidades, a una conceptualización diferente de la salud y la enfermedad, está consigue al sujeto humano como un ser más activo, generando este modo una vecina socialmente más sensible, este no habría sido un fenómeno exclusivo de la psicología, sino que se enmarca en un movimiento de las ciencias sociales y humanas que en América Latina se habría iniciado a fines de la década de los 50 con el desarrollo de una sociología comprometida, militante dirigida primordialmente a los oprimidos, a los grupos más necesitados (Montero: 1994)[3].

Asi, la psicología comunitaria asumió el difícil y complejo desafío de abordar un nuevo tipo de problemas, los psicosociales o comunitarias, buscando establecer diálogo que trasciendan a la psicología o la psicología social de modo integral los aportes del conjunto de las ciencias sociales.
Se considera que los psicólogos comunitarios tienen en común la concepción de un acercamiento interdisciplinario que incluye aportes de la epidemiología, la sociología, la antropología, la psicología, entre otras y que además integra conocimientos de otras ramas de la psicología (Martinez: 1998)[4]

Según Alfaro la psicología comunitaria se distinguíria por su estrategia, la cual se caracteriza por intervenir primordialmente sistemas sociales, en niveles promocionales y preventivos y por medio de la relación participativa con los destinatarios.
Entre el general en los problemas que aborda la psicología comunitaria estarian definidos por su relevancia social, por el hecho ser de interés público, y estar construidos socialmente como prevalentes, siendo asumidos por el estado, las iglesias, las organizaciones ciudadanas, etc.
En este sentido la psicología comunitaria sería una práctica profesional que utiliza los recursos conceptuales y técnicos metodológicos de la psicología, no conformando una perspectiva conceptual particular y focalizándose en un objeto distintivo, diferenciándose por las estrategias que utiliza así como por la problemática que aborda (Alfaro:199x)[5].

Si observamos en su conjunto los desarrollos que tiene la psicología social en Chile, se aprecia que estas prácticas aparecen condicionadas por las demandas sociales que emergieron en los distintos periodos históricos, directamente vinculados con los modelos de desarrollo social y las lógicas institucionales que de ellos emanan (Alfaro: 2002)[6].

En este sentido, políticas sociales y las estrategias que les subyacen tiene una trascendencia fundamental, que supera el hecho de ser un contexto para el desarrollo de la psicología comunitaria, concibiendo se como un proceso sociohistórico que condiciona y determina las maneras que asumen sus prácticas interpretativas y de crecimiento posible.
Los inicios de psicología comunitaria nuestro país estarían en la década de los 70, lapso en que se llevan a cabo experiencias de trabajo comunitario que otorgan elementos de diseño y teóricos para afrontar problemáticas de salud mental. Tales experiencias se transformaron en lo que impulsaría la intervención comunitaria, las que de cantarían en dos corrientes de esta disciplina presentes en Chile, las cuales son la salud mental poblacional y la psiquiatría comunitaria (Alfaro: 1993)[7].

En cuanto a estas se destacan sus inicios vinculados a procesos de reforma y transformación de las instituciones de salud, en el contexto de visiones universalista es de la acción estatal en el contexto institucional del servicio nacional de salud.
Otro aspecto a destacar, es la importancia que le da a la participación, no sólo una estrategia de reducir costos por concepto de recurso humanos, sino por reconocer efectivamente el aporte que las culturas, expresadas en sus prácticas cotidianas pueden hacer al desarrollo de la salud mental valorando el relativismo cultural, considerando las como elementos trascendentes que se deben tomar en cuenta en el diseño de acciones curativas, preventivas o promocionales.

El desarrollo de esta disciplina en Chile, ha sido distinto a la que ha tenido en el resto de Latinoamérica dado el largo periodo en que el país estuvo sometido a un régimen militar, limitando el papel que las universidades pudieran tener en la investigación e intervención comunitaria, permitiendo una aproximación más que nada de corte asistencial, apoyado por las instituciones de la Iglesia.
Debido a lo anterior, no fue posible que se explicita la herencia de trabajo de las décadas anteriores, en el cual la psicología comunitaria jugaba un rol eminentemente institucional, re articulándose y desarrollándose al alero de partidos opositores al régimen, o vinculados al Iglesia Católica emergiendo en lo que se denominó desarrollo local, obviamente alejados de la institucionalidad oficial que desarrolla una política social focalizada exclusivamente a la extrema pobreza, considerando el ámbito de necesidades básicas.

Tras el retorno a la democracia, se da prioridad a buscar mecanismos de coordinación entre el estado, los municipios y las organizaciones no gubernamentales, generándose problemas de vida distintas concepciones y tradiciones que existen en la acción comunitaria, y con la forma en que el estado asigna recursos y toma decisiones.
Forma que adquirieron políticas sociales durante la década de los 90, da preponderancia a variables muy próximas a conceptos de la psicología comunitaria, que emergen del contexto de la promoción asistencial, definiendo sus objetos de atención, y objetivos en pro de la superación de ciertos déficits, privilegiando la intervención individual promoviendo el desarrollo de competencias para incorporar a los sujetos a los sistemas sociales, aunque reconociendo que existen condicionantes en la estructura social que originan grados diferentes de exclusión.
Es durante este tiempo que la atención social comienza ser considerada como un derecho ciudadano, así los servicios dedicados a esta tarea se articulan como instrumentos técnicos económicos y humanos con los cuales la sociedad cuenta para promover el progreso económico y social, además del desarrollo de condiciones de igualdad y libertad.

2.- Las distintas perspectivas.



Además de la discusión relativa al carácter histórico o evolutivo de la disciplina, existe otra que dice relación con las vertientes o tendencias que han emergido en esta, destacándose una que pone su énfasis en el ajuste y adaptación que dirige existir entre el sujeto y su ambiente, y otra que se centra más bien es transformar estos sistemas, dando protagonismo a los sujetos en su entorno comunitario y a los cambios de tipo estructural, (Alfaro : 1993a)[8].

Al interior de la primera perspectiva se encuentran el modelo ecológico y la salud mental comunitaria, la primera de estas destaca la importancia de factores medioambientales y sociales en el comportamiento y la necesidad de conceptualizar la acción es de una óptica intervenida y coactiva, bajo la premisa de que persona y ambiente constituyen una unidad funcional en cambio continuo.

Por su parte la salud mental comunitaria se sustenta en una crítica a las tradicionales definiciones intra-psíquicas de salud y enfermedad mental características del positivismo, dando relevancia a las fuerzas sociales en la determinación de la conducta humana, considerando a factores ambientales como los que pueden situar a las personas en situaciones de riesgo.
A la base de esta vertiente se encontraría el modelo conceptual de stress psicosocial, según el cual las personas que se enfrentan a situaciones de cambio mayores a las deseadas provenientes de su ambiente o de su característica psicológica propias, pueden desarrollar respuestas de innovación creativa, o de disfunción a automantenida, de ellas surgirían conceptos como redes de autoayuda, habilidades sociales, o red social de apoyo.

Por su parte, las perspectivas de psicología comunitaria de la transformación social, tiene su énfasis en el cambio social como una opción política, es que se corresponde con la psicología comunitaria en Latinoamérica, y su búsqueda de soluciones para el subdesarrollo.
Esta perspectiva se caracteriza por poner un énfasis en la transformación social, visualizando acción comunitaria como una actividad que tiene el fin de cambiar la realidad social por medio de procesos de reflexión acción, en ella las problemáticas sociales serían causados por la desigual estructura social, la que genera la mayoría de personas esté excluida de los recursos por derecho le ponen, de este modo, las teorías de la ideología, de alienación, y el poder, son utilizadas para comprensión e intervención. (Montenegro:2001)[9].

En ella, también predomina el enfoque del socio construcción misma, según el cual el conocimiento se da en los intercambios sociales, lo que supone problema atizar la relación entre la elaboración teórica y la aplicación del conocimiento.
Además, en éstas el agente externo hace explícito su compromiso con los integrantes de la comunidad, reconociendo la imposibilidad de asumir una ubicación de neutralidad en la intervención, estableciendo también relaciones horizontales entre intervenidos y quienes intervienen.

Por su parte, el modelo cultural, según Alfaro definiría el sentido de la acción del agente externo considerándolo como un promotor del desarrollo y ampliación de las capacidades propias de la comunidad actuando como un catalizador para transformar las estructuras sociales.
En este se hace relevante la participación de la comunidad, fomentando el poder y el control sobre sus vidas en forma colectiva e individual.

Así Montero, plantea una definición de psicología comunitaria señalando que ésta tendría el objetivo de estudiar factores psicosociales que permiten desarrollar, fomentar, mantener el control y poder que las personas pueden ejercer sobre su ambiente tanto social como individual, en pro de solucionar sus problemáticas, y lograr transformaciones en estos ambientes y la estructura social (Montero:1984)[10].

3.- El desarrollo de las prácticas.

Otro aspecto que resulta trascendente a considerar, es el relativo a los límites y características de las practicas de las psicología comunitaria y las implicancias que tienen para el desarrollo del trabajo en el ámbito comunitario.
Considerando, los elementos expuestos con anterioridad, se puede apreciar que emerge de forma persistente el tema de la intervención, como uno de los objetivos primordiales de la disciplina.
La intervención social, esta conformada por multiples practicas, en la que voluntarios, tecnicos y profesionales, trabajan en pos de encontrar respuesta a problemas sociales que se han definido, de forma general a raiz del planteamiento efectuado por entes sociales, ya sea personas, grupos, organizaciones sociales, instituciones o el estado.

Las intervenciones sociales, en general se sustentan en la premisa de que la acción de personas capacitadas técnicamente, podrán afrontar una demanda social produciendo bienestar para las personas hacia quienes se dirigen.
Así, distintas formas o modelos de intervención, llevarán a definir de forma diferenciada el tipo de problemas susceptibles de encarar, a los agentes involucrados, y una perspectiva acerca del conocimiento y el tipo de cambio social que resulta deseable.

De este modo, existen intervenciones dirigidas que son planificadas ejecutadas y evaluadas por parte de un equipo profesional. En las cuales están las intervenciones llevadas a cabo por los organismos de colaboración internacional, o los servicios sociales ya sean públicos o privados.
Por otra parte, ha intervenciones participativas que de manera intencionada y explícita incorporan a las personas afectadas en la solución de sus problemáticas. En esta línea se inscribirían modelos como la investigación acción participativa, la teología de la liberación y la educación popular, las que dan énfasis a trabajo entre interventores e intervenidos. (Montenegro:2001)[11].

La selección que se haga de instrumentos y metodologías para la intervención, implican de forma necesaria la existencia de una concepción acerca del mundo, y aquella realidad particular.
Según Freitas, dependiendo de factores sociales o institucionales, la psicología en la comunidad puede intervenir utilizando herramientas tradicionales en sitios donde no existen servicios de salud apropiados, donde las personas jugarán el rol de receptor de servicios profesionales especializados.
También podrían actuar poniéndose al servicio de las necesidades y demandas de la comunidad, entendiendo sus problemáticas como originadas por factores sociales y económicos o políticos, en lo que denomina psicología de la comunidad.

Otra opción, es la de la psicología comunitaria que establece una relación dialéctica entre profesionales, y las personas de la comunidad, práctica más bien por una concepción del materialismo histórico que es instrumentalizada para comprender los avances de la herencia dominante en las esferas objetivas y subjetivas de la vida humana.
Finalmente están las practicas que no es una diferencia entre el trabajo comunitario y otras intervenciones, enfocándose a intervenir en forma terapéutico analítica analizando los problemas como casos clínicos (Freitas:1994)[12].

[1] Alfaro, J. (199x). Discusiones en Psicología Comunitaria. Universidad Diego Portales. Santiago. (Chile).
[2] Montero, M. (2004). Introducción a la psicología comunitaria. Editorial Paidós. Buenos Aires. (Argentina).
[3] Montero, M. (1994). Vidas paralelas: Psicología comunitaria en Latinoamérica y en Estados Unidos. Universidad de Guadalajara. Guadalajara (México).
[4] Martínez, M. (1998). Psicología Comunitaria e Intervención en Comunidades. Pontificia Universidad Católica de Chile. Santiago (Chile)
[5] Alfaro, J. (199x). Op. Cit Nº1.
[6] Alfaro, J. (2002). Psicología Comunitaria y Políticas Sociales: Análisis de su desarrollo en Chile. http: www.psicologiacientifica.com
[7] Alfaro, J. (1993b). La Psicología Comunitaria en Chile durante la década del sesenta:
Aspectos Conceptuales y Operativos. En R. Olave y L. Zambrano (Eds.). Psicología
Comunitaria y Salud Mental en Chile (pp. 98-108). Santiago de Chile: Universidad Diego
Portales
[8] Alfaro, J. (1993a). Elementos para una definición de la Psicología Comunitaria. En R. Olave y L. Zambrano (Eds.). Psicología Comunitaria y Salud Mental en Chile (pp. 14-31). Santiago de Chile: Universidad Diego Portales
[9] Montenegro, M. (2001). Conocimientos, Agentes y Articulaciones: Una mirada situada a la Intervención Social. Tesis Doctoral. Universidad Autónoma de Barcelona
[10] Montero, M. (1984). La Psicología Comunitaria: Orígenes, principios y fundamentos
teóricos. Revista Latinoamericana de Psicología, Vol. 16, Nº3
[11] Montenegro, M. (2001), Op. Cit. Nº9.
[12] Freitas, M. (1994). Prácticas en comunidad y psicología comunitaria.