17/4/10

ESPACIO PÚBLICO, SEGURIDAD Y CIUDADANIA.

Como profesional del área social, que trabaja en contextos de marginalidad o exclusión social, me pareció interesante plantear una reflexión que explorara las implicancias que tiene la perdida de los espacios público en el ámbito de la seguridad y del ejercicio de la ciudadanía.



El espacio publico, puede ser entendido como un territorio de relación y de identificación, de contacto entre personas, supone un dominio público, un uso social colectivo e interacciones con los demás (Valera y Vida 2001) [1].

Desde la filosofía política, se aclara que la libertad de acceso y uso de estos espacios, no implicaría que se pueda hacer lo que se quiera en ellos, sino aquellos usos cívicos, que han sido convenidos o que al menos no han sido prohibidos en base a acuerdos que se han tomado libremente (Neira 2007)[2].
Según Borja, la calidad del espacio publico se mide por la intensidad y la calidad de las relaciones sociales que facilita, por su fuerza mixturante de grupos y comportamientos y por su capacidad de estimular la identificación simbólica, la expresión y la integración culturales (Borja 1998) [3].
De esta manera son características del espacio público una integración parcial, un sistema social abierto y la interacción entre desconocidos (Bahrdt, 1969)[4]. constituyéndose en un lugar de la convivencia y de la tolerancia, pero también del conflicto y de la diferencia. En ese sentido, hasta hoy se sostiene que la ciudad es una forma de asentamiento que hace posible el encuentro entre personas anónimas (Sennett, 1983) [5], la presencia del extraño (Lofland, 2004)[6],
Es esta figura del extraño, del desconocido, precisamente la que estaría detrás del surgimiento de actitudes de desconfianza y en algunos casos de miedo, en las principales ciudades del mundo, al hacerse cada vez más cosmopolitas y multiculturales.
En las grandes urbes, el espacio público esta siendo percibido como un medio hostil, y una respuesta esperable ante un entorno amenazante es no salir, no exponerse, refugiarse en lugares privados: el auto bien cerrado, la casa bien enrejada, el barrio cercado y vigilado, el suburbio bien alejado (Davis 2001) [7].
De tal modo, muchas personas, en la medida de sus posibilidades, tratan de adquirir y poner en el espacio privado la mayor cantidad de artefactos y lugares tendientes a satisfacer necesidades que antes solían resolverse en la ciudad. Por ejemplo, la televisión y el video en lugar del cine, el teatro o el concierto; la computadora y el teléfono en lugar de la visita o la reunión con amigos; el jardín o la terraza en sustitución del parque o la plaza; el paseo en auto en vez de la clásica caminata por los paseos urbanos; la piscina privada en vez de la playa; los aparatos para hacer ejercicios en vez del gimnasio.
Asi, la creciente connotación negativa que se atribuye a los espacios públicos, caracterizados como viejos, sucios, feos, contaminados y peligrosos, está generando una pérdida progresiva de estos, los que abandonados, están siendo reemplazados por los lugares que se definen como privados de uso público, semi públicos o semi privados, imponiéndose los malls y los condominios, los que son visualizados como modernos, seguros, limpios y tranquilos. (Remedi, 2000) [8]
No resulta extraño entonces, que en las ciudades los distintos grupos sociales estén desarrollando identidades cada vez más rígidas y/o excluyentes, dado que cada vez se pierde más el contacto con otros grupos, con otras identidades, se tiende a vivir en barrios de semejantes en los que se comparte intereses y visiones del mundo similares.
Esta segregación social se plasma en el espacio urbano a través de la segmentación de usos, alejando la posibilidad de la interacción con “otros” diferentes, generando lo que Trevor Boddy (2004) [9] denomina “ciudad análoga”, como un simulacro o analogía de la ciudad porque descuida la “civitas” y la “polis”, como también han expresado Jordi Borja y Zaida Muxí (2001) [10].
Por otra parte, es necesario considerar, que estos espacios ofrecen ventajas practicas que les hacen sumamente atractivos, por ejemplo, los malls han sido capaces de incorporar de numerosos y diversos elementos de la vida urbana, han evolucionado incorporando inicialmente grandes tiendas y patios de comida, para luego agregar restaurantes, centros de juegos, cines, centros médicos, servicios para el automóvil, gimnasios, hoteles, universidades y otros servicios, hasta constituir conglomerados de alta complejidad y especialización (Morales, 2008)[11].
En este contexto de construcción social de la inseguridad, se abandona el espacio público, se pierde la solidaridad y el interés por los otros.
La percepción de inseguridad y el abandono de los espacios públicos funcionan como un proceso circular y acumulativo. Si se pierden los espacios de interacción social, los lugares en donde se construye la identidad colectiva, también aumenta la inseguridad.
En oposición, parece ser que una de las cosas importantes para el desarrollo de una comunidad es la existencia de un espacio público de encuentro, de co-presencia. En muchos casos, el control natural en el espacio público se da por la presencia de las personas en las calles, plazas y pasajes, entre otros.
Humberto Gianini (1999) [12] señala la necesidad de lo público, de tener lugares y momentos próximos a la reflexión, de espacios que constituyan ciudadanía recuperada.
En cualquier caso, tampoco parece lógico plantear un dilema entre espacios privados y públicos, si el mall es mejor que la plaza, o si los condominios son superiores que otro tipo de soluciones habitacionales.
Tal vez lo más apropiado es las ciudades tenga ambos tipos de espacio, se observa que ciudades como Barcelona y Buenos Aires están preocupadas de mantener sus espacios públicos, de modo que no resulte tan atractivo para los habitantes emigrar de sus barrios, de sus plazas, de sus calles.
En este sentido, la psicología ambiental o de la ciudad, puede hacer un aporte importante, en temas como la seguridad pública, la recuperación de espacios urbanos y el fomento de la participación comunitaria.
Por ejemplo en comunas de Santiago como Puente Alto, La Granja y Peñalolen[13], se han desarrollado experiencias de Prevención Situacional del Delito[14], desde el año 2000 en adelante (CEP), en tales experiencias participan conjuntamente profesionales del área de la construcción como Arquitectos, Ingenieros, Urbanistas, etc, encargados primordialmente de rediseñar y adecuar el medio físico, de forma que adquiera características que dificulten la comisión de delitos de oportunidad y la percepción de temor, sumados a profesionales del área social (Psicólogos, Asistentes Sociales, Antropólogos, etc) realizan intervenciones que procuran el aumento de la cohesión social, facilitando la participación comunitaria en las fases de diagnostico, planificación, ejecución y evaluación de los proyectos (Schneider 1998)[15].
Programas como este, requieren de equipos con especialización en trabajo comunitario, con manejo teórico - metodológico, de modo de hacer más integrales los planes de intervención, incluyendo el abordaje de los problemas sociales, la movilización de la comunidad, que sepan llevar a cabo estrategias de intervención en red, articulándose con efectividad y eficiencia con los agentes externos.
En vista de lo anteriormente desarrollado, se evidencia que la mantención de espacios públicos seguros, no pasa solamente por implementar un cierto tipo de tácticas pertinentes, sino que también en hacer que la comunidad se apropie de su ambiente y pueda construir lazos de confianza y solidaridad que le ayuden a mejorar su calidad de vida en una ciudad, para ello, en necesario promover una ciudadanía activa que cuida, protege y utiliza el espacio ambiente (Marcus y Vourch, 1994) [16]

[1] Valera, S. y Vidal, T. (2001). Privacidad y Territorialidad. En J.I.Aragones y M. Amerigo (Eds.), Psicología Ambiental. Ediciones Pirámide. Madrid. España.
[2] Neira, Hernan (2007): “Espacios públicos y construcción social - Hacia un Ejercicio de Ciudadanía”, Articulo “La Naturaleza del Espacio Público una Visión desde la Filosofía”, Ediciones SUR, Santiago, Chile.
[3] Borja, Jordi (1998) “Ciudadania y Espacio Publico”, Revista “Ambiente y Desarrollo”, VOLXIV-Nº 3, CIPMA, Barcelona, España.
[4] Bahrdt, Hans (1969). Die moderne Grossstadt. Soziologische Überlegungen zum Städtebau. Wegner Verlag, Hamburgo, Alemania.
[5] Sennett, Richard.(1983) Verfall und Ende des öffentlichen Lebens. Die Tyrannei der Initimität. Fischer Taschenbuch Verlag, Frankfurt am Main, Alemania.
[6] Lofland, Lyn (2004) "The Real Estate Developer as Villain: Notes on a Stigmatized Occupation." Studies in Symbolic Interaction: A Research Annual.
[7] Davis, Mike. (2001) “Control Urbano: la ecología del miedo” VIRUS Editorial. Barcelona. España.
[8] Remedi, Gustavo (2000), La ciudad Latinoamericana S.A. (o el asalto al espacio público) Hartford, Conn.
[9] Boddy, T. (2004). Subterránea y elevada: la construcción de la ciudad análoga. En M. Sorkin (Ed.), Variaciones sobre un parque temático. La nueva ciudad americana y el fin del espacio público (pp. 145-176). Barcelona: Gustavo Gili.
[10] Borja, J. y Muxi, Z. (2001). L’espai públic: ciutat i ciutadania. Barcelona: Diputació de Barcelona.
[11] Morales, Jorge (2008) Articulo: “Plaza o Mall”, Revista “Arquigrafias”, Escuela de Arquitectura, Universidad Finnies Terrae.Santiago, Chile.
[12] Giannini, Humberto. 1999. En Víctor Basauri, «Notas sobre espacio público y seguridad ciudadana». Santiago, SUR. No publicadas.
[13] Rau, Macarena, (2005) , Experiencia de Prevención en Terreno - Villa El Caleuche: Prevención a través del Diseño Ambiental, Revista “Mas comunidad, Mas Prevención”, Centro de Estudios en Seguridad Ciudadana – CESC, Universidad de Chile, Santiago, Chile.
[14] Jeffery, Clarence Ray. (1977) “Crime Prevention Through Environmental Design”. Sage Publications, USA.
[15] Stephen, Schneider (1998) .Canadian Cases Studies in Best Practices in Crime Prevention Trough Environmental Design. Canada.
[16] Marcus, Michel y Vourch, Catherine (1994): Security and Democracy, European Forum for Urban Security, 1994.